por Héctor Rosales
Querida gente: llegó este primer 10 de octubre sin el vate barbado al otro lado de la línea o de la mesa o de este mundo. Como en tantas noches desde su partida de Barcelona, hoy le hubiera telefoneado al rincón donde estuviera para darle un abrazo y la enhorabuena.
Los dedos y las teclas me dieron la espalda y se pusieron contra la pared. Pero no nos engañemos, Rolando está. Y así lo sentimos en sus letras, en sus infinitas anécdotas, en ese universo suyo inimitable donde giran planetas y travesías a fuerza de amistad y nobleza.
Tengo acá un mate que anduvo compartiendo muchas charlas y proyectos con Rolando. Lo levanto en su nombre y brindo con el vate y con ustedes por esos primeros 68 años/motivos para alegrarse de ser uruguayo, como Role, porque sólo un oriental como él alcanza para dignificar a todo un pueblo.
Espero que nos acompañen en la ocasión, y que después reenvíen estas letras a otros compinches, junto a la antología y el blog rolandeanos, por si alguno todavía no se enteró de esos hogares con puertas abiertas.
No repetiré el ritual de aniversario en otras fechas. Lo iré haciendo en mi camino hasta que se cruce con el camino grande.
Ya se imaginarán la alegría al ver a un ángel barbado que me dirá: “Bienvenido loquito, te gustará la región, conseguí micrófono y biromes, estuve preparando un montón de ideas y una excursión al sótano, porque allí también hay gente que sirve y necesita una mano. Hay una eternidad de cosas para hacer. Dale, que se puede.”
Abrazos,
Héctor
